En el marco del proceso de formación de la Escuela de Comunicación Comunitaria que se viene desarrollando en el Norte del Cauca como parte del proyecto Desarrollo Rural y Equidad para la Paz del Norte del Cauca financiado por la Unión Europea (UE) y ejecutado por CETEC y el Instituto de Estudios Interculturales de la Universidad Javeriana (IEI), se vienen realizando una serie de entrevistas con productores campesinos de la vereda San Antonio, Santander de Quilichao.

Las entrevistas se realizan como parte del proyecto documental “Huellas campesinas – historias de vida del territorio campesino de San Antonio, Cauca”. Esta iniciativa está a cargo de los jóvenes gestores de comunicación Mariana Carabalí, Thamara Valbuena y Andrés Loboa que fueron convocados para formar parte de la Escuela de Comunicación Comunitaria desde la asociación veredal Asobienc de dicha localidad.

Se presentarán de forma secuencial las historias de vida de los productores campesinos que han brindado amablemente su testimonio para este proyecto audiovisual. Al respecto, cabe resaltar la figura de Julián Balanta, un joven productor que regaló valiosas impresiones en la entrevista concedida.

“Yo soy Julián Balanta vivo en la vereda San Antonio, tengo 42 años. Estoy en posesión de esta pequeña finca que se llama La Colorada. Anteriormente me encontraba trabajando en el ejército, ahora pues gracias a Dios me encuentro retirado. En la actualidad me encuentro realizando labores que antes mis padres hacían como es la agricultura y el cultivo de otros productos que se dan en la región”.

Julián es un hombre joven que refleja una gran vitalidad. Es fácil percibir que disfruta el trabajar con la tierra, además que integra a toda su familia en este proceso.

“Estoy casado con la señora Erly García y tenemos tres niños. En este terreno trabajo mucho con el plátano y la yuca; igualmente siembro tomate, lulo, papaya, la caña de azúcar. Aquí trabajamos mucho con productos que son de clima cálido y del templado. En el caso de la yuca para dar un buen fruto la cosecha demora entre once meses y un año; con el plátano es un tiempo aproximado de siete a ocho meses”.

Si bien la mayor parte de la extensión de La Colorada tiene sembradíos de diversos frutos, otros cultivos importantes que Julián está trabajando son la piscicultura y la cría de animales de granja.

“En este momento estoy trabajando con la tilapia roja, la nilótica y la cachama. Estas especies se pueden sacar al mercado en un período entre ocho a nueve meses, que es el tiempo donde alcanzan un tamaño ideal para ser consumido (500 – 600 gramos). También aquí tenemos marranos, gallinas ponedoras y pollos de engorde”.

No obstante, Julián cuenta que la mayor parte de la producción es para el sustento de la casa, lo que determina que haya una soberanía alimentaria en el hogar.

“Yo me acuerdo cuando estaba muy pequeño mi papá me traía a la finca y empezó a enseñarme cómo se debe sembrar una mata de yuca, un plátano; él me enseñó todos los oficios que tocan en la cuestión del campo. Mi abuelo le enseñó a él y de allí se ha seguido con la descendencia. Ahora nos toca a nosotros enseñar a nuestros hijos, dejarles ese legado”.

Julián se enorgullece porque ese legado se sigue transmitiendo generacionalmente en su familia, siendo un motor para el impulso anímico de este trabajo campesino que se desarrolla en la finca La Colorada.

“Mi hijo Julián siempre me acompaña. Yo lo oriento, le digo se puede hacer esto o esto no se puede hacer y él va aprendiendo. Lo que uno les enseña a ellos, lo captan y lo aprenden y allí se sostiene el legado de este trabajo tan bonito”.

Julián no depende totalmente de la agricultura. Es de recordar que desde los 18 hasta los 41 años se desempeñó como militar y recibe pensión por los servicios prestados.

“Yo fui militar y una vez terminé la agricultura regresé a mi casa para dedicarme a la agricultura como tal que es lo me enseñaron desde muy pequeño. La idea es esa: continuar con nuestra agricultura, enseñarles a nuestros hijos, y que el día de mañana podamos depender en un 80 o 100 % de ella”.

“En el trabajo con la agricultura en esta finca llevo nueve meses desde que terminé la carrera militar. Gracias a Dios me ha ido muy bien. Con algunas cosas que nuestros padres no nos enseñaron me ha tocado aprenderlas; por ejemplo, la piscicultura en nuestra región hasta ahora recién se está implementando, aunque está dando buenos resultados”.

“Hemos aprendido también cosas con algunas instituciones como El Sena y otras que también le colaboran al campesino para que pueda obtener esos conocimientos. Con los peces nos va bien, por lo general los vendemos en la misma comunidad. La familia y los vecinos son grupos grandes y ellos solo desean probar el resultado de este producto que es muy sano; también los llevamos al casco urbano de Santander donde ya tenemos una buena clientela”.

Se reconoce que el trabajo campesino es una herencia valiosa para Julián Balanta y su familia. La transmisión de este saber que data de los ancestros de este territorio nortecaucano es imprescindible en su mentalidad y así mismo involucra a su familia en el proceso.

“Me encanta mi trabajo. Acá me siento vivo, el aire, el campo, todo me recarga; me fascina estar acá con mis animalitos, mis peces; yo me siento acá en las tardes, le hago seguimiento a las especies como nadan libremente. Esto es muy hermoso, uno les coge cariño a los animales, a las plantas”.

“La disciplina es la base fundamental del éxito. Si tú eres indisciplinado todo te va a salir mal y vas a tener problemas porque la disciplina no es una regla, es una norma. Aquí es el conjunto de pasos que se deben llevar a cabo para que por lo menos si el día de mañana tienes un cultivo de peces y eres disciplinado constante vas a tener un buen producto”.

La propuesta del documental “Huellas campesinas” es destacar las historias de vida de pequeños productores que como Julián le siguen apostado al desarrollo agropecuario en sus propias comunidades. Sus testimonios son prueba viviente que el trabajo campesino dignifica el territorio y alimenta sus comunidades, lo que consolida aún más la propuesta operativa del proyecto financiado por la UE “Desarrollo rural y equidad para la paz del Norte del Cauca”.

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