“Hay buenos y malos tiempos en la cosecha. No siempre se obtiene lo que se busca, pero no hay que desistir porque es un trabajo digno que nos permite tener el pan en la mesa”.
Así es el pensamiento de don Héctor Larrahondo, productor campesino de yuca de la vereda San Marcos, Buenos Aires, Cauca, y beneficiario del proyecto de yuca industrial del Programa Colombia Sostenible, una iniciativa que ejecuta el Fondo Colombia en Paz con recursos provenientes del Banco Interamericano de Desarrollo. El señor Héctor no obtuvo los resultados esperados en el último ciclo de producción. Para él las causas se debieron principalmente a las plagas y las condiciones climáticas que en este año se han evidenciado con inviernos muy intensos.
No obstante, el productor tiene el apoyo de la asociación, la cual le dará la oportunidad de llegar a un acuerdo para el pago de este crédito y financiar una nueva siembra de yuca
Don Héctor es asociado de la organización veredal El Progreso de San Marcos conformada por campesinos de la región y que ya cuenta con una reconocida tradición en procesos organizativos y de productividad campesina como es el caso de la yuca; también en tiempos anteriores se dio con la piña y el café. En estos proyectos se ha contado con el acompañamiento en el aspecto técnico de la Corporación CETEC, aunque se suma el componente social que de la mano del equipo profesional de esta ONG, se ha venido fortaleciendo desde hace ya varios años.
También el acompañamiento en procesos de formación, desarrollo político e incidencia territorial, que ha brindado el Instituto de Estudios Interculturales (IEI) de la Universidad Javeriana ha sido muy valioso. En este sentido es de resaltar que tanto los productores asociados como sus hijos e hijas se han podido vincular a dichas dinámicas como el diplomado, laboratorios de innovación social u otras.
“Para nosotros la siembra de yuca no ha sido una novedad, sino más bien una confirmación; aquí en este proyecto estamos aplicando todo nuestro conocimiento ancestral; todo lo que nos explicaron nuestros mayores sobre los ciclos lunares y otros detalles de la siembra los pueden ver acá. Es así como hemos podido avanzar y contribuir positivamente al desarrollo campesino”, complementa el productor Tomas Larrahondo.
Para ambos más allá de las perdidas, de los ciclos improductivos, la clave está en persistir. El éxito de ser campesino está en no rendirse ante las adversidades, pues en esto también se les da un ejemplo a las nuevas generaciones. Esto es clave en un territorio como la zona rural de Buenos Aires caracterizado en la actualidad como zona roja o de alta conflictividad por la diversidad de grupos armados y la presencia abundante de cultivos ilícitos.
“Hay procesos en la agricultura que se pueden controlar, otros que se pueden monitorear y su control es ante todo parcial. En cualquier caso, hay una pequeña incertidumbre; no sabemos con certeza si de esta cosecha podamos recoger buenos frutos de aquí a once meses, pero si reconocemos que con la bendición de Dios todo es posible. Hacemos todo lo que corresponde, seguimos las recomendaciones que nos brindan los agrónomos de CETEC para alcanzar el éxito y lograr una buena producción de yuca para el mercado”, dice don Héctor.
“Sembrar yuca y otros cultivos en nuestra comunidad es sano; permite que nos reconozcamos como parte del territorio y podamos brindarles a nuestros hijos una posibilidad de crecer sin riesgos. Gracias a Dios tenemos estas alternativas y ellos pueden trabajar con nosotros, seguir con el legado de nuestros antepasados. La agricultura es de las cosas que aún nos distinguen como una cultura propia, pues de otras prácticas características de nuestra gente como la partería hoy día poco se habla y menos se practica”, cuenta don Abraham Nazarit, productor, amigo y compañero de la asociación.
Don Héctor, don Tomás y don Abraham son grandes amigos, además de compañeros de la asociación El Progreso. Como beneficiarios del proyecto de yuca del Programa Colombia Sostenible se han caracterizado por su perseverancia para la implementación de los procesos y por no abandonar la causa productiva, sino más bien fortalecer la organización y convidar a las nuevas generaciones para que se sumen a esta causa que promueve el desarrollo territorial.
“A veces nuestros hijos no se ven como herederos del trabajo con la tierra, pero si les gusta trabajar otras cosas como en lo social y cultural que es también muy importante porque somos cultura ancestral. En el caso de mi familia esto lo reconozco en mi hija Yenni que está haciendo un curso de comunicaciones con la gente de CETEC y se ha interesado por hacer una película que muestre nuestras formas de vida, además ella apoya nuestros procesos como organización El Progreso”, concluye don Tomás.
En la vereda San Marcos encontramos el testimonio de estos tres hombres mayores que se reconocen por su vitalidad y entrega para con la organización y los proyectos de trabajo con la tierra. Su labor es imprescindible para encontrar una luz de esperanza en el desarrollo exitoso del campesinado en Buenos Aires, algo que trae importantes beneficios para sus pobladores en la generación de ingresos y en la consolidación como una comunidad pacífica.
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